El pasado trece de Junio, llegó la revolución morada a algunos ayuntamientos de mi provincia.
A ritmo de carnaval, con pasodobles trasnochados y cantinelas populistas, auparon a nuevos alcaldes que sostuvieron por primera vez el bastón de mando.
“El pueblo” se ha hecho con administraciones que a partir de ahora funcionarán “por y para el pueblo”.
No permitirán que ningún ciudadano carezca de vivienda, ni de luz, ni de agua, ni de alimentos…
Políticas que ahora se apropia la izquierda, cuando la derecha lleva practicándola, en algunos casos, más de veinte años.
¿Esa es la política innovadora de estos partidos emergentes? Pues no, esa es la política clásica que lleva a cabo un ayuntamiento: la cercana al ciudadano, la del día a día, la del tú a tú, y que lleva muchos años funcionando.
Proclaman la laicidad de las administraciones locales. Por tanto, a partir de ahora, en ningún acto religioso, ya sea una procesión de Semana Santa o algún pregón de pasión, habrá representación municipal. Por supuesto, ni una dependencia oficial, cedida para estos fines.
Esta es “su democracia”, la de “tú me tienes que respetar a mí y yo te respetaré a ti, o no, según lo que hagas”. Se proclaman como los dueños de la democracia real, menospreciando al resto de partidos que han recorrido un largo camino para que hoy ellos, lleguen con el camino allanado y se crean que han inventado el estado de derecho.
Todo fiesta, todo carnaval, la fiesta de don Carnal por antonomasia. La fiesta en la que no hace falta guardar respeto a nadie porque existe la libertad de expresión.
Por supuesto, libertad para lo que ellos quieran porque a los cofrades, a los católicos, nos lo van a poner muy difícil para podernos expresar.
Todo muy bonito, todo muy libre, todo muy festivo… Que el pueblo lo ha elegido, pero que no se les olvide, que en los ayuntamientos donde ahora gobiernan, la suya no ha sido la lista más votada. Han llegado al poder a través de pactos que interpretan a su antojo. Y se presentan como gobernantes “para la mayoría”.
La fiesta que hay que respetar por encima de todas es la de la democracia el día de las elecciones, teniendo en cuenta lo que cada ciudadano expresa ese día con su voto.
No se les olvide, señores de la camiseta púrpura, que el pueblo somos todos, que seguimos existiendo ciudadanos católicos, de centro derecha y que nuestro voto, como no puede ser de otra forma, vale como el que más.
Les deseo mucha suerte, capacidad de trabajo y tesón en su nueva andadura y nos volveremos a encontrar dentro de algo menos de cuatro años.